El otro día me planté ante el horno para intentar hacer unas magdalenas. Ni muffins, ni cupcakes, ni nada: magdalenas, pronunciando bien fuerte la GGGG.
Quería hacer algo con almendra y chocolate, y pensé que dentro de unas magdalenas estarían ricos, ricos.
Busqué en internet y encontré esta receta, de El Taller de los dulces, y la medio adapté. No me salió como esperaba, aunque el resultado final no fue malo, pero esperaba que fuesen mejores. Pero no os adelanto más mi odisea...
Ingredientes
- 3 huevos
- 240 gramos de azúcar
- 240 gramos de harina tamizada
- 120 gramos de almendra molida
- 100 gramos de chocolate en pepitas
- 120 ml de aceite de oliva suave
- 120 ml de yogurt blanco
- 15 gramos de levadura
Conviene poner el horno a precalentar para ir ganando tiempo. Comenzamos mezclando los huevos con azúcar, y añadimos luego el aceite. Batimos bien e incorporamos el yogurt.
No recuerdo exactamente qué paso hice yo mal, creo que me equivoqué en el orden de mezclar los productos, que ya empecé a temerme que la masa quedase líquida o con grumos como puños. Pero a base de batir y batir parece que lo acabé solucionando.
Ahora añadimos la harina y la levadura, tamizadas, poco a poco. Una vez mezclado todo, añadimos las pepitas de chocolate y la almendra, y lo mezclamos bien para que quede bien repartidas en la masa.
Rellenamos los moldes (recuerda: siempre 3/4 partes de los moldes, para que crezca). Y los dejamos hornear, 20 minutos... o en mi caso hasta que estén hechos por dentro.
Y aquí comenzó mi odisea. Estaba estrenando una bandeja nueva para magdalenas, muy mona ella, y tenía una pinza de plástico que no pude quitar con la mano, con lo que, inocente de mi, interpreté que debía ser resistente a la temperatura del horno, y a dentro que fue. Cuando me asomé a ver qué tal estaban quedando mis magdalenas (que olía la cocina de vicio, ¡por cierto!) pude ver con horror como el asa de plástico estaba fundiéndose y a punto de caer sobre una de las magdalenas. Me entró la prisa, y como pude abrí el horno para sacar la bandeja de abajo (la que iba a ser regada con plástico fundido) con tan mala suerte que con la brusquedad del gesto, una de las magdalenas se volcó y empezó a cubrir el fondo de la bandeja.
¡Mier**!
Como pude, a cucharadas, intenté recuperar esa masa, de vuelta a la cápsula de magdalena. Y quité la pieza fundida de la otra bandeja. Volví a poner las magdalenas a hornear y a esperar.
¿Qué paso? Pues que necesitaron casi una hora para "hacerse" por dentro. Y lo digo entre comillas porque había alguna con el centro todavía crudito. Al abrir y enfriarse en mitad del horneado, se hundieron casi todas por el centro, y se hicieron agujeros. Un desastre, vamos.
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